-¿Por qué? -y la pequeña se lo tomó como una ofensa personal, como casi todo, como casi siempre-. ¡Es buenísima! Yo he visto un tráiler y es buenísima. Y si no vamos a ver ésa, yo no voy.
-Bueno, pues me voy yo a ver otra.
-Que no, ¿y para eso he invitado yo a una amiga?, ¡mamaaaaá!
La verdad es que a ella tampoco le apetecía. Una película con, de, en, entre, para, por y según el síndrome de Down, ¡qué horror!, pensó, pero no dijo nada. Es duro estar a punto de cumplir trece años. Es duro tener un cuerpo que va por delante de la cabeza, y no entender ni al uno ni a la otra, y llorar sin saber por qué, y protestar sin saber por qué, y sentirse ofendida siempre, sin saber nunca por qué.
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